El ajedrez es un juego milenario que simboliza a la vida, su organización y la resolución de sus conflictos, que tiene adeptos organizados en 150 países y que sirve a la educación para modelar la personalidad del niño y realzar, descubrir o afianzar capacidades intelectuales como el cálculo, el pensamiento lógico, el pensamiento estratégico, la creatividad o la capacidad de previsión o prospectiva, entre otras..
El ajedrez organizado se define como un JUEGO, un DEPORTE, un ARTE y una CIENCIA. Como juego, posibilita una actividad donde el que aprende prueba sus habilidades estratégicas y tácticas para resolver problemas. El alumno lo hace en forma libre, agradado por un ambiente de camaradería propio del juego, pero condicionado a un sistema de reglas que el profesor va proponiendo gradualmente. Se regocija porque ve y mide el resultado de lo que hace y comprende que sus mecanismos, en cada nivel que asciende, son valorados por el profesor y por sus compañeros. Por ello crece su autoestima. Es aquí donde se lo considera un deporte. El alumno percibe, a través de la comparación con libros, ejercicios, partidas, torneos y problemas que su progreso se enmarca en un orden de ilimitada complejidad en el que puede incluirse cómodamente y verificar su crecimiento.
Aunque tal vez no llegue a un nivel de juego superior (pues ello depende de factores psico-físicos que no se priorizarán en un primer tiempo de la enseñanza), el niño o joven así educado, concibe todas las formas que lo convierten en un artista particular. Empieza a resolver problemas de progresiva complejidad intelectual y, eso sólo, basta para adquirir las nociones para manejar su propio intelecto. El deporte compara y valora habilidades y, si es bien llevado por ese camino, el niño obtiene placer en medirse con otros en busca de engrandecer sus habilidades. Los torneos, organizados en función de crearle justas expectativas para su formación, son necesarios. Allí, el alumno aprende a manejar sus logros, a socializar su individualidad, a no darse tregua para alcanzar mayores niveles y templa su espíritu al servicio de un logro deportivo. Es la gran diferencia con la formación escolar que mide débilmente al alumno. Saber ganar y perder, reconociendo sus habilidades y errores, en función de su entorno, le dan una nueva dimensión que modela su carácter. No es necesario que la familia lo estimule exageradamente, ni que se impaciente, pero sí que acompañe con ganas una dedicación que depende del tiempo invertido.
El ajedrez es también una ciencia pues, a través de su práctica, el joven empieza a investigar metodológicamente, a clasificar posibilidades y emplear alternativas con un aporte invalorable para sus desarrollos en la escuela. Cuando mide, en un torneo, sus logros, comprueba que se le instruye sobre las formas planificadas y sistemáticas de adquisición de aprendizajes. El ajedrez se estudia y se investiga y permite conseguir resultados luego de un trabajo paciente.
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